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De diarios y escritores

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¿Para que sirve llevar un diario de escritor? ¿Cómo usan los escritores sus diarios? Llevar un diario es una manera de registrar los sucesos de la cotidianidad, a los que la persona que escribe añade la reflexión o la dimensión emocional, desplegando en forma visible lo más profundo de su psiquis. Podemos decir, tal como Virginia Woolf acerca del Diario de Katherine Mansfield, que lo que éste ofrece es "el espectáculo de una mente" . "Nos parece estar contemplando una mente a solas consigo misma; una mente que piensa tan poco en el lector que incluso de vez en cuando utiliza una taquigrafía propia o, como tiende a hacer la mente en su soledad, se divide en dos para hablar consigo misma."  Pero para el escritor, todo lo que allí apunta, no es un mero ejercicio de introspección; está guiado por un interés particular, una mirada o perspectiva distintiva, desde la cual  contempla la vida: "Todo lo que siente, ve y oye, no es fragmentario ni desplazado; pertene...

El buscador de finales, de Pablo de Santis

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Los finales de los relatos clausuran las historias y garantizan su coherencia. Nos permiten comprender, en retrospectiva, hacia dónde estaban dirigidos en una narración, cada uno de los indicios y de las expectativas creadas. Nos habilitan un momento de entendimiento con el autor en el que podemos decir: “¿de modo que esto es lo que usted pretendía todo este tiempo?”. Por sobre todas las cosas, los finales dan sentido a una historia, nos proporcionan una evaluación del mundo narrado. Pero, ¿qué ocurriría si los finales de todas las historias estuvieran en manos de una Agencia omnipotente, y fueran determinados a partir de un riguroso método científico matemático? ¿Y cómo sería un mundo en el que las últimas páginas de los libros fueran arrancadas, en donde las últimas escenas de las películas no se proyectaran y las conversaciones quedaran siempre inconclusas? Estas son algunas de las preguntas que plantea la odisea del buscador de finales, que se entrega a perseguir los finales...

Trasnoche, de Pablo de Santis: más allá de la zona de influencia

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“El cuento es un teatro de papel: un escenario apenas insinuado, unos pocos personajes, una historia que los cobija y ordena. Una vez que comienza su breve función, orienta su delicado mecanismo hacia la sorpresa.” Con esta definición Pablo De Santis inscribe este volumen en la tradición más clásica del cuento moderno, la que fuera formulada por primera vez por Edgar Allan Poe. Pero Trasnoche  se afilia, también, con la gran tradición del cuento fantástico argentino. En este teatro de papel se suceden magos, inventores, coleccionistas, anticuarios, amantes del cine, del artificio, del puro placer de la invención. Aquí y allá, las referencias borgeanas hacen guiños al lector. En “Malturian”, un hombre es muchos hombres, un personaje se convierte al final en el otro, a quien persigue. En “El truco de la ballesta”, un hombre que planea el asesinato del mago, para cuidar el secreto de la magia, descubre al fin que su muerte es parte de un truco largamente preparado por aquel...

Sobre el deseo de controlar a los lectores

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La lectura es una actividad que siempre ha despertado desconfianza. Y junto con ella, el deseo de controlar a los lectores. Podríamos decir que la enseñanza de la literatura en la escuela -desde que existen la enseñanza de la literatura y la escuela- han sido el intento de regular el sentido de los textos, de normalizar y homogeneizar la interpretación, y de imponer un conjunto de significados comunes, compartidos. Paralela a esta visión de la lectura, y en forma simultánea, la antropóloga francesa Michèle Petit señala que existe y ha existido -quizá únicamente a partir de la imprenta- otra de signo diferente: la lectura emancipatoria. Pero el carácter emancipador de esta última no se encuentra tanto en el contenido de los textos que se leen, sino en el acto mismo de leer, en forma individual, íntima y privada, produciendo un sentido que no está controlado por un grupo. Esa voluntad de determinar el sentido en el que los textos deben leerse, que es una necesidad política surgida...

No es fácil ser Watson, de Andrea Ferrari

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No es fácil saber que tu mejor amigo es un genio y lo oculta haciéndose pasar por un estudiante mediocre. No es fácil ser amigo de ese asocial que toda la clase margina y considera raro. No es fácil soportar que ese fanático de Sherlock Holmes te aseste citas de sus novelas cuando le parece que vienen al caso -lo que es decir todo el tiempo-, ni que te arrastre con él en sus investigaciones para resolver algún caso. No es fácil a veces tener que elegir entre él y la chica de tus sueños... No. No es fácil. Pero Francisco Méndez está siguiendo el camino de Sherlock. Y todo Sherlock necesita un Watson. Andrea Ferrari reinventó al gran héroe detective, y lo hizo adolescente y argentino, y lo hizo para chicos de 12 a 17 años. Y lo hizo apasionantemente bien. Esta es la segunda novela de la saga. Juliana Accoce Enlaces relacionados: El camino de Sherlock, (youtube ) No es fácil ser Watson, (youtube )

Ojos amarillos, de Ricardo Mariño

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Joaquín se despierta, sobresaltado, al haber soñado con unos ojos amarillos que lo observan. Está acostumbrado a tener pesadillas, y a buscar refugio en la habitación de sus padres. Pero esa noche, todo el pueblo sueña la misma pesadilla, que lo tiene a él como protagonista. A la mañana toda la gente del pueblo comenta: han soñado con Joaquín y ese gato negro… ese gato que ahora está en su ventana… Y Joaquín siempre quiso tener un gato. Como en la Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez, en esta historia, todo el pueblo conoce el peligro que corre el protagonista, excepto él mismo. ¿Serán capaces de salvarlo? Una historia que pondrá los nervios de punta al lector desde el comienzo, y lo perseguirá mucho más allá del final, con el recuerdo inquietante de esos ojos amarillos… Las ilustraciones de Sandra Lavandeira, -especialmente la bella composición de tapa y el retrato de Joaquín al final del libro- le agregan valor a esta obra. Juliana Accoce En...

Querido hijo: estás despedido, de Jordi Sierra i Fabra

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¿Pueden los hijos ser despedidos por sus padres? No abandonados, no. No echados de casa: despedidos. Esta es la hipótesis que plantea esta novela de Jordi Sierra i Fabra, en la que los padres de Miguel, hartos de su desorden, su desobediencia y sus destrozos, le extienden una carta de despido. Con treinta días de preaviso: perfectamente legal. Pero el incrédulo Miguel tardará un tiempo en reaccionar y darse cuenta de que no se trata de una broma. A partir de aquí, se desarrolla una situación dramática-humorística en la que Miguel ve desmoronarse todo su mundo al ser expulsado de la casa paterna, mientras sus padres parecen haberse sacado de encima un gran problema y se disponen a disfrutar de la buena vida. En la calle se encontrará con sus amigos, que, a más de solidarizarse con su situación, que se les antoja espantosa, no podrán darle otra ayuda que una palmada en el hombro. Cae la noche y parece que la cosa no puede más que empeorar. ¿Logrará Miguel ser reincorporado como hijo?...