Final del viaje, de Ángel Málaga Diestro

"Málaga Diestro, con Final del viaje, su primer libro, ha logrado muy rápidamente lo que la mayoría de escritores tarda mucho tiempo en consolidar [...] Lo suyo es un pleno ejercicio literario ofrecido con madurez que decanta una visión muy particular sobre la existencia y el arte de narrar."

Así presentó Ediciones Altazor el primer libro de Ángel Málaga Diestro, alumno de Puerto de Letras, en la 18º Feria Internacional del Libro de Lima. La colección se compone de dieciséis relatos de variada extensión. 


En los microrrelatos o relatos brevísimos de este conjunto el autor pulsa una amplia variedad de tonos y asuntos, en una diversidad de géneros: algunos se concentran en una fugaz evocación poética del pasado, en el que se sitúan la infancia y la inocencia, con una visión idílica (“Primer amor”, “El primer tren”); otros elaboran una trama ajustada según las leyes del relato onírico (“La manguera”), alegórico (“La Virgen del perdón”) o de suspenso (“Malas noticias”), que conduce al lector firmemente de la mano hacia una sorpresa en el final.

Por lo demás, esa infancia y pasado evocados en los microrrelatos son el único lugar posible de la inocencia: en los cuentos más largos, los personajes son, sin excepciones, inescrupulosos; actúan con una brutalidad que es narrada por ellos mismos con lucidez, sin arrepentimientos, y aman con violencia. El amor entre padres e hijos, entre adolescentes enamorados, entre un oficial y una chola, se manifiestan siempre como una relación de dominio que deja resentimientos profundos y durables.

Si en los microrrelatos se exhibe esa diversidad de géneros y tonalidades, que exploran distintos modos del artificio literario, en los relatos más extensos, en cambio, el autor desarrolla su voz más personal y despliega su dominio de una narrativa naturalista, ágil y vivaz, con un manejo sabio de los diálogos, que reproducen con fidelidad un habla popular y caracterizan a los personajes de la manera más directa.

En “Conversación en San Jorge” –quizá la mejor pieza de esta colección- y en “No hice nada malo” se alterna la voz de un narrador en tercera con el discurso del propio protagonista que relata (o mejor cabría decir confiesa) su historia. En estos cuentos se representa un mundo masculino. No sólo porque lo es el ambiente en que se desarrollan –el ejército, el cuartel-, sino porque el discurso es un discurso entre hombres: la voz que enuncia es masculina y se dirige a un “compadre”, a un otro que no juzga. Son hombres que relatan sus más íntimas miserias, sin disfrazar la verdad, sin hacerse concesiones, pero también sin contrición, sin preguntarse siquiera sobre la posibilidad de haber actuado de otra forma.

En “El semental de la Primera Dama” se explora, dentro del mismo estilo naturalista, el registro del humor, un humor que puede resultar agrio y un tanto incómodo, que puede ser también el humor de una broma “entre hombres”.

Los cuentos que componen este libro muestran una expresión de gran originalidad y fuerza: la de quien mira la realidad cara a cara para representarla, con los colores y voces de la tierra propia, del mundo propio, y hacer resaltar sus características particulares, que los distinguen dentro del mosaico del mundo latinoamericano del que forman parte: una tierra de violencias, de corrupción, de abandonos. 

Juliana Accoce

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